VIERNES DE LA SEMANA 33° DEL TIEMPO DURANTE EL AÑO
Evangelio según San Lucas 19, 45-48
“Mi casa será una casa de oración“
Jesús, al entrar al Templo, se puso a echar a los vendedores, diciéndoles: “Está escrito: ‘Mi casa será una casa de oración, pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones’”. Y diariamente enseñaba en el Templo. Los sumos sacerdotes, los escribas y los más importantes del pueblo buscaban la forma de matarlo. Pero no sabían cómo hacerlo, porque todo el pueblo lo escuchaba y estaba pendiente de sus palabras. Palabra del Señor.
Meditación
Al expulsar a los vendedores y recordando la Palabra de Dios donde Dios hacía sus promesas, Jesús cumple esas promesas proféticas. Busca que la casa de su Padre sea casa de oración y de encuentro con Dios. Aunque Jesús enseñe en el atrio, como lo hacían los maestros de la Ley de la época, no se animaron a hacerle daño, pues tenía mucha popularidad por la autoridad en que ejercía la enseñanza. Desde ese momento es una lucha que se encuentra perdida de antemano y que terminará con la muerte del profeta; al mismo tiempo, será el triunfo en su Ascensión al Padre. Ese viejo templo de la tierra queda atrás desde el momento en que Jesús sube a los cielos (cf. Lc 24,51; Hch 1,9-11), porque a la derecha del Padre se encuentra su plenitud y el verdadero lugar de salvación para todos nosotros los seres humanos (cf. Hch 7,54-60; Lc 22,68-69).
Aunque el templo inicia siendo el centro de la reunión de la primera Iglesia (cf. Hch 5,12), su importancia va terminando, pues los creyentes tienen ahora dos hogares: uno, el mundo entero hacia el que deben caminar con la Buena Noticia llevando el mensaje de salvación, y dos, su hogar final, hacia donde camina todo creyente, como Jesús, exaltado a la derecha del Padre, haciendo de su vida una casa de oración, en donde el mismo Dios sea glorificado concretando su voluntad y no sólo la voluntad humana.
Todo cristiano está llamado a escuchar de labios de Jesús sus palabras, alimento nutritivo, la mayor fuerza que pueda existir, la luz que da a la interioridad para discernir y tomar decisiones. Además, si vamos al templo, casa de oración, la comunicación con Dios debe ser profunda y plena y de ahí se debe salir para misionar con los hermanos que más necesitan.
Perdón Señor porque muchas veces entramos al templo sin el respeto y sin concretar la finalidad de que estamos en un lugar santo, lugar de oración. Ayúdanos a escuchar tu Palabra y llevarla a la práctica, a perseverar en la prudencia haciendo siempre sólo tu voluntad. Gracias por mostrarnos la cercanía de lo sacro a nuestra vida, sobre todo presente en un templo consagrado donde te manifiestas y hacer que toda nuestra vida se convierte en ese templo en donde habitas y a través del que te acercas misionando con amor a todo ser humano. Amén.
Gentileza, Arzobispado de Asunción