San Frumencio, Obispo (300 – 380)

En los vastos y solitarios altiplanos que rodean Axum, es fácil encontrarse con capillas y con monumentos dedicados a san Frumencio, primer evangelizador de Etiopía.

Una atribución hoy parece controvertida, al fundamentarse en la antigua identificación de Etiopia con la región llamada India ulterior, pero que estaría confirmada por la tradición local, que festeja a Frumencio el 26 hamle (el 2 de agosto) y que lo llama Abba Salama, es decir, padre pacífico o “revelador de la luz”.

Frumencio nació en Tiro, Fenicia, a comienzos del siglo IV. En su juventud se habría embarcado junto con su hermano Edesio para seguir al filósofo Meropio, quien se dirigía a la India. Al hacer escala en el puerto de Adulis, sobre el mar Rojo, cerca de Massaua, su nave habría sido atacada por los habitantes del lugar, quienes, al asesinar a todos los miembros de la tripulación, habrían llevado a los hermanos como esclavos a la corte del rey, en la ciudad de Axum, entonces capital del país.

En la corte los dos jóvenes, aunque reducidos a la esclavitud, se ganarían el favor de la familia real, al punto que, a la muerte del soberano, es la misma reina quien pide a los dos funcionarios que la ayuden en el gobierno y en la educación del heredero al trono. Frumencio, investido de gran autoridad, se prodiga para desarrollar, en primera persona, la obra misionera y para favorecer la práctica religiosa entre los mercaderes cristianos que habitan el reino. Cuando el príncipe heredero sube al trono, los dos hermanos piden volver a su patria. Al llegar a Alejandría de Egipto, Frumencio decide exponer a Atanasio la situación del cristianismo en Etiopía, y le ruega que envíe a Axum un obispo capaz de continuar su obra. Atanasio, considerándolo el más idóneo para aquella tarea, lo ordena obispo: Frumencio regresa, entonces, a Axum, junto con algunos misioneros y transforman a Etiopía en el único país africano con un amplio componente cristiano de confesión copta.

Frumencio ejercerá con éxito su ministerio episcopal hasta la muerte, ocurrida hacia el 380, obteniendo la conversión del mismo rey Ezana, entre los primeros que se adhieren al Evangelio.

Es venerado por los negociantes, de los que es protector. A él se dirige alguien para recuperar el sentido de la economía, cuando, a causa de gastos desproporcionados, se halla en dificultad.

 

Departamento de Pastoral de Radio Cáritas Universidad Católica