San León Magno, Papa y Doctor de la Iglesia (400-461)
“Imita al Buen Pastor, que va en busca de la oveja y que carga sobre su espalda […] compórtate así con cuantos están, de algún modo, lejos de la verdad y recupéralos para Dios con las oraciones de su iglesia”. Así escribe el Papa León a Timoteo, obispo de Alejandría, el 18 de agosto del 460, un año antes de morir, ofreciéndole consejos, que son el espejo de su vida: un pastor que no se ensaña con las ovejas rebeldes, sino que usa la caridad y la firmeza para traerlas al redil.
Su pensamiento puede resumirse en dos pasajes fundamentales: “Aun cuando debas corregir salva siempre el amor”, pero sobre todo: “Cristo es nuestra fuerza […], con Él lo podemos todo”.
No es casualidad que León haya sido conocido por haber enfrentado al jefe de los hunos, Atila, el terrible rey bárbaro, apodado el “flagelo de Dios”, convenciéndolo, armado solo con la cruz papal, de no marchar sobre Roma para saquearla y de retirarse más allá del Danubio. Un encuentro ocurrido en el 452 sobre el río Mincio. Este es uno de los grandes misterios de la fe y un episodio, entre los más célebres, de la historia del papado.
Nacido entre el 390 y el 400, en el seno de una familia Toscana. Desde joven, trabaja como archidiácono del Papa Celestino, al que sucederá en el 440, después de la elección ocurrida en un clima de “admirable paz”, justo mientras se encuentra en Galia, enviado por el pontífice a calmar un conflicto entre el general Aecio y el senador Albino.
Vive en tiempos particularmente difíciles, tanto para el Imperio, amenazado por las invasiones bárbaras, como para la Iglesia, minada por continuas desviaciones heréticas. Una realidad que se obligado a enfrentar en primera persona, reafirmando, cada día, la supremacía de la sede de Pedro, sobre todas las demás, en un conflicto, no carente de imprevistos, hasta llegar a oponerse, incluso, al emperador Teodosio.
A su muerte, el 10 de noviembre del 461, la paz reina en toda la Iglesia. Autor de numerosos escritos (se conocen 96 sermones y 173 cartas), es recordado también, como promotor de las basilícas de san Pedro y de san Pablo. Fue el primer Papa en recibir el título de “magno” (y, en 1754, también, el de Doctor de la Iglesia), porque fue grande por su santidad, sabiduría política y habilidad, con las que logró fortalecer el espíritu de la romanidad, frente a las invasiones bárbaras, y por su admirable caridad.
Es patrono de los músicos, de los cantores y de los organistas.
Hoy también se recuerda a San Andrés Avelino.
Departamento de Pastoral de Radio Cáritas Universidad Católica