26 Mártires de Japón
San Pablo Miki fue un misionero jesuita. Nacido en Japón en 1562 aproximadamente, provenía de una familia de clase alta. Se convirtió al cristianismo junto a su familia y a los 20 años se matriculó en el seminario de Azuchi y dos años después ingresó en la Compañía de Jesús. Se destacó por su buena oratoria y poder de convencimiento.
Contexto histórico
En 1549, un jesuita español, San Francisco Javier, llegó junto a varios misioneros con el objetivo de predicar la palabra de Dios. En 1587, la fe cristiana ya se había propagado bastante en Japón.
Esto preocupó al gobernador japonés, Toyotomi Hideyoshi y decretó la expulsión de todos los misioneros extranjeros y católicos. Sin embargo, los misioneros optaron por quedarse y ayudar a los cristianos en secreto, entre ellos un grupo de 25 misioneros encabezados por el jesuíta Pablo Miki.
Tortura y crucifixión
Finalmente, fueron descubiertos y martirizados cruelmente. Eran tres jesuitas, seis franciscanos y 16 laicos católicos japoneses.
A los 26 les cortaron la oreja izquierda y fueron obligados a caminar de pueblo en pueblo en pleno invierno, para amedrentar a todo aquel que quisiera convertirse al cristianismo. Al llegar a la colina Nagasaki les permitieron confesarse con los sacerdotes, para sacrificarlos posteriormente.
Al Padre Pablo Miki le parecía que aquella cruz era el púlpito o sitio para predicar más honroso que le habían conseguido, según cuentan, instó a los demás a ofrecer ese sufrimiento a Jesucristo y la salvación de las almas.
Los mártires jesuitas fueron: San Pablo Miki, San Juan Goto y Santiago Kisai, dos hermanos coadjutores jesuitas. San Gonzalo García, que era de la India, San Francisco Blanco, San Pedro Bautista, superior de los franciscanos en Japón y San Francisco de San Miguel. Los franciscanos eran: San Felipe de Jesús, un mexicano que había ido a misionar al Asia.
Entre los laicos estaban: un soldado: San Cayo Francisco; un médico: San Francisco de Miako; un Coreano: San Leon Karasuma, y tres niños de trece años que eran monaguillos: San Luis Ibarqui, San Antonio Deyman, y San Totomaskasaky, su padre también fue martirizado.
Antes de partir a la gloria del señor, San Pablo Miki dijo:
«Llegado a este momento final de mi existencia en la tierra, seguramente que ninguno de ustedes va a creer que me voy a atrever a decir lo que no es cierto. Les declaro, pues, que el mejor camino para conseguir la salvación es pertenecer a la religión cristiana, ser católico. Y como mi Señor Jesucristo me enseñó con sus palabras y sus buenos ejemplos a perdonar a los que nos han ofendido, yo declaro que perdono al jefe de la nación que dio la orden de crucificarnos, y a todos los que han contribuido a nuestro martirio, y les recomiendo que ojalá se hagan instruir en nuestra santa religión y se hagan bautizar».