La Virgen María, llena de dolor y sufrimiento por la muerte de su Hijo Jesús, es objeto de veneración desde el siglo XIII.
La celebración litúrgica no solamente evoca el momento de la muerte de su Hijo Jesús, cuyo sacrificio nos redimió de nuestros pecados, sino también su figura de Madre y su papel fundamental en la vida y misión del Salvador, hecho que también recuerda las palabras del anciano Simeón a la Virgen María: … “A ti una espada te traspasará el corazón” (Lc 2, 34). Desde el momento mismo de la Anunciación, la Virgen asumió el dolor que iba a llevar sobre sí, por el privilegio de haber aceptado ser la Madre de Dios.
A lo largo del siglo XIII se crea la devoción a la Dolorosa, ratificándose a inicios del siglo XIV como devoción a los 7 dolores de María. En 1482, Sixto IV compuso e hizo insertar en el Misal Romano con el título de Nuestra Señora de la Piedad, una misa centrada en el hecho salvífico de María al pie de la cruz. Esta fiesta se difundió por occidente con diversas denominaciones y fechas; el primer documento que indica la aparición litúrgica del dolor de la Virgen María proviene de una iglesia local, del 22 de abril de 1423, en Colonia, Alemania, que introducía en esa región la fiesta de la Dolorosa en reparación por los ultrajes y sacrilegios cometidos a las imágenes de Jesús y María al pie de la cruz, especialmente por el movimiento reformador y revolucionario de los Husitas.
El 18 de agosto de 1714, Clemente XI concede la fiesta a los Siervos de María, y Benedicto XIII, a petición de éstos, el 22 de agosto de 1727 la extendió a toda la Iglesia, con el nombre de Fiesta de los 7 dolores de la bienaventurada Virgen María. En 1814, Pío VII hizo inscribir esta festividad en el calendario litúrgico y, en 1913, san Pío X estableció la fecha actual que se ratificó, finalmente, en 1969.
Hoy también ser recuerda a santa Catalina de Génova.
Oficina de Pastoral de Radio Cáritas Universidad Católica