“Por esto te digo: si ella ha amado mucho, es que sus muchos pecados le han sido perdonados. Pero a quien poco se le perdona, poco ama. Entonces le dijo Jesús a ella: —Tus pecados quedan perdonados.”

 

Santa María Magdalena, la mujer que lavó con sus lágrimas, secó con sus cabellos y ungió en perfume los pies del Señor, aquella que experimentó el amor infinito y la misericordia divina, que frente a las tantas acusaciones y el repudio de la gente, Dios la perdona.

 

María Magdalena, perteneciente a Magdala, fue una mujer que tenía la fama de “pecadora”, llevaba una vida licenciosa y se encontraba perdida en un abismo, dónde no podía hallar su dignidad ni experimentar el amor verdadero.

 

Y fue en ese pasaje bíblico de San Lucas 7:37-50, cuando el Mesías se encontraba compartiendo en la casa del fariseo, cuando María Magdalena, se hace pequeña y realiza semejante acto de amor y humildad: lavar con sus lágrimas, secar con sus cabellos y perfumar los pies de Cristo. En ese momento supo lo que es el amor y el perdón divino. “Tu fe te ha salvado, vete en paz”, exclamó el hijo de Dios.

 

Fue la mujer que acompañó a Jesús durante el calvario de la Cruz y primera testigo de la resurrección del Señor. La primera en recibir la misión de anunciar que Cristo

vive.