27 de febrero. Patrono de los Jóvenes.
“Jesús, José y María, expire en paz, con vosotros, el alma mía”.
Estas fueron las últimas palabras de San Gabriel, un joven como cualquier otro, que se deja llevar por los encantos del mundo, hasta que el contacto con la vulnerabilidad humana lo hace volver y entregarse completamente a Dios.
Su nombre de pila, Francisco Posseti, el santo italiano, partió al cielo con tan solo 23 años, dejando un legado de vida en Cristo, de amor a la Sagrada Familia y devoción a la Virgen María.
Un joven como cualquier otro
Estudiante ejemplar, fiel cumplidor de las misas dominicales, con una sensibilidad profunda, en especial con los más necesitados.
Sin embargo, en búsqueda de callar esa voz interna, se sumerge a los encantos del mundo, en una coraza de frivolidad, llena de superficialidad y despilfarramiento.
El ruido interno y una promesa sin cumplir
Franchesco cumplía con los preceptos de la Iglesia, ¿por qué no se sentía en paz?
Pues, había una parte de su vida que no era coherente, faltaba llevar a la vida cotidiana el testimonio de la fe.
La idea de convertirse en sacerdote aparece en su mente a los 17 años, pero no toma la iniciativa hasta que una enfermedad grave lo lleva a replantearse y realizar una promesa al Señor.
Aunque se recupera, olvida su compromiso rápidamente y se deja llevar por las distracciones de la vida mundana. En otro episodio de enfermedad, esta vez encomendándose a un beato jesuita, considera nuevamente la vida religiosa, pero una vez más pospone sus inquietudes espirituales.
Posteriormente, sufre un accidente durante una cacería, donde se dispara accidentalmente, lo cual, lo lleva a una verdadera y profunda reflexión.
Interpretando el suceso como una señal divina, decide cambiar radicalmente su vida, convencido de que esta oportunidad única le insta a vivir plenamente según la voluntad de Dios. A pesar de la oposición de su padre, Francisco retoma su discernimiento y llega a la conclusión de que está siendo llamado al sacerdocio.
«Tú no estás llamado a seguir en el mundo. ¿Qué haces, pues, en él? Entra en la vida religiosa».
Durante la procesión de la “Santa Icone”, escucha la voz de la Virgen que le pronuncia esas palabras, entonces ya no quedaban dudas. Francisco toma la decisión de terminar con su noviazgo y emprender el camino hacia el sacerdocio.
Una vez que Francisco se une a la Orden, le otorgan el hábito y adopta el nombre de «Gabriel de la Virgen Dolorosa».