San Dimas, conocido como el «Buen Ladrón», fue crucificado en el Gólgota, donde, a diferencia del otro criminal, reconoció la divinidad de Jesús y recibió la promesa de un lugar en el Paraíso.
La vida de San Dimas está envuelta en el misterio, con escasos detalles registrados en los evangelios canónicos.
En los Evangelios de San Lucas y San Mateo, se relata cómo, incluso en su agonía en la cruz, Jesús fue objeto de burlas y desprecios. Sin embargo, entre los dos ladrones crucificados con él, Dimas destacó al reconocer la inocencia de Jesús y pedirle misericordia, obteniendo la promesa de la vida eterna.
El acto de fe de San Dimas, seguido por su humilde súplica de perdón, muestra que nunca es demasiado tarde para encontrar la gracia divina. Aunque su pasado estuviera manchado por el pecado, su arrepentimiento sincero lo llevó a la redención y a la promesa de un lugar en el Paraíso.