San Cirilo de Jerusalén, fue teólogo, catequista y obispo nacido en torno al año 315 en una región cercana a Jerusalén, desde temprana edad, recibió una educación teológica y espiritual.
Fue ordenado sacerdote por el obispo San Máximo, y pronto se destacó como un hábil maestro y predicador, dedicando gran parte de su vida al servicio de la catequesis. Al cumplir los 35 años como obispo de Jerusalén, enfrentó desafíos significativos, incluidos períodos de exilio debido a su firme defensa de la ortodoxia. A pesar de las adversidades, Cirilo no vaciló en proclamar la verdad del Evangelio.
A través de sus escritos, especialmente las «Catequesis», San Cirilo profundizó en la comprensión de los sacramentos, revelando su profundo significado espiritual y su papel en la vida de los creyentes.
Además de su labor pastoral y teológica, San Cirilo desempeñó un papel destacado en el Concilio de Constantinopla en el año 381, donde contribuyó a refutar las doctrinas del arrianismo y afirmar la fe en la Santísima Trinidad.
San Cirilo de Jerusalén falleció en el año 386, y en 1883 fue declarado Doctor de la Iglesia por el Papa León XIII.