San Cayo y San Sotero. Si bien, ambos pertenecen a diferentes lugares y épocas, ambos enfrentaron desafíos en su búsqueda por profesar su fe en Cristo y según algunos textos, fueron martirizados el mismo día.
San Cayo, de origen dálmata y pariente del emperador Diocleciano, vivió una vida marcada por la persecución, se vio forzado a esconderse en las catacumbas durante ocho años debido a la violencia contra el cristianismo, su firmeza en la fe lo condujo al martirio.
Por su parte, San Sotero asumió cómo Papa, como sucesor de San Aniceto, en un contexto de creciente hostilidad hacia los seguidores de Cristo.
Aunque no se tienen registros detallados de su martirio, su memoria es venerada como mártir, honrando su dedicación y servicio a la comunidad cristiana.