La historia San Agustín, se resume en las palabras del Papa Francisco:

“Es el hombre que comete errores, toma también caminos equivocados, peca -es un pecador-, pero no pierde la inquietud de la búsqueda espiritual. Y de este modo descubre que Dios le esperaba; más aún, que jamás había dejado de buscarle Él primero”.

San Agustín de Hipona nació en 354 en Tagaste, en lo que hoy es Argelia. Su vida es un ejemplo de cómo la santidad es posible incluso para quienes han vivido en la oscuridad. Durante su juventud, Agustín estuvo inmerso en placeres mundanos y en doctrinas paganas. Sin embargo, la oración constante de su madre y su propio anhelo espiritual lo guiaron hacia la conversión al cristianismo.

De esta manera, decidió dejar atrás el libertinaje, sin embargo, este cambio no solo fue el resultado de su búsqueda personal, sino también del ferviente esfuerzo de su madre, Santa Mónica, quien dedicó años a orar y luchar por la conversión de su hijo.

Convertido al cristianismo, Agustín se dedicó a la vida religiosa, fue ordenado sacerdote y luego obispo de Hipona, utilizó su sabiduría y habilidad teológica para guiar a su comunidad.