Origen y Evolución de la CEP
En los orígenes y evolución de la CEP se pueden distinguir tres períodos bien definidos. El primero va de 1929 a 1955 y corresponde al tiempo en que los obispos comienzan a ejercer un magisterio colegiado mediante cartas y decretos pastorales conjuntos.
El segundo período comprende de 1955 a 1960, en el que los obispos deciden reunirse regularmente. El tercer período abarca de 1960 hasta los años `90, tiempo en que la CEP se fue consolidando a través de un secretariado permanente, creado a sugerencia del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM). Mas tarde se fueron creando comisiones episcopales, planes de pastoral conjunta, etc.
Primer Período
En 1929 surge la Provincia Eclesiástica del Paraguay con la creación de la Arquidiócesis de Asunción y las diócesis de Villarrica del Espíritu Santo y Concepción y Chaco.
La primera “Carta Pastoral Colectiva del Episcopado Paraguayo” se dio a conocer con la consagración de los nuevos obispos para dichas diócesis, en 1932. Fue la primera muestra de colegialidad de la Iglesia en el Paraguay. El documento propuso como metas la predicación del Evangelio y la enseñanza de la doctrina cristiana a adultos y niños. En ese año estalló la guerra entre Paraguay y Bolivia. Los tres obispos organizaron un cuerpo de capellanes castrenses, colaborando a través de los curas párrocos en la retaguardia.
En 1932, poco antes de la guerra, los obispos paraguayos convocaron a los propulsores de la Acción Católica Argentina para sentar las bases de la misma organización en el Paraguay. La incipiente institución, sin embargo, por los reclamos de la lucha armada, se convirtió en entidad de socorro asistencial. Al finalizar la guerra, en 1935, Monseñor Aníbal Mena Porta puso nuevamente en marcha la Acción Católica, con sus objetivos iniciales.
En 1936, con la presencia en el poder de un gobierno que promulgó una ley de corte totalitario, se cerró el periódico “Rumbos”. Antes había estado en circulación ´La revista diocesana del obispado del Paraguay”, que se convertiría en “Revista Eclesiástica”, órgano oficial de la Provincia Eclesiástica del Paraguay, quedando en silencio por diez años. Reapareció en ocasiones posteriores.
En 1937 se llevó a cabo el Primer Congreso Eucarístico Nacional, en un momento en que el país atravesaba por una seria crisis. El 25 de octubre de 1937, los obispos paraguayos se reunieron “en conferencia” para tratar los temas más urgentes. Debe aclararse, sin embargo, que eran reuniones de obispos, no de un cuerpo episcopal permanente.
En los años posteriores, hasta 1955, varios hechos marcaron la presencia activa de la Iglesia en la vida nacional. Entre ellos podemos citar el crecimiento de la Acción Católica, el impulso de la catequesis, la aparición de la emisora católica “Cáritas”, fundada por Fray Luis Lavorel OFM, el refuerzo de la enseñanza de la religión en instituciones educativas y otros. En aquella época, ante el avance del protestantismo, se implementó una campaña para reforzar y afianzar la fe de los católicos.
Por ese tiempo, las relaciones de la Iglesia con el Gobierno eran de abierta colaboración y de histórica dependencia en lo económico, en lo social-religioso y en otros aspectos. El llamado Venerable Episcopado del Paraguay (VEP) ejercía su magisterio colegiado por medio de cartas y decretos pastorales. Los más resaltantes hacían alusión a la Doctrina Social de la Iglesia Católica, los deberes cívicos de los católicos, la cristianidad política del país (Revolución del año 1947) y otras realidades. Por entonces, las iniciativas eran llevadas a cabo por uno o dos obispos sin que hubiera una acción colegiada. Colaboraban sacerdotes especialmente designados para misiones específicas, así como personas de la Acción Católica. Ya desde entonces el laicado tenía una participación en el apostolado de la Iglesia. De sus filas salieron los propiciadores del Movimiento Social Cristiano, que mas adelante se convertiría en el Movimiento Social Demócrata Cristiano, que hoy es el Partido Demócrata Cristiano.
Segundo período
Este es el período en que los obispos convirtieron en una práctica más permanente sus reuniones. Su inicio estuvo marcado por la creación de la Nunciatura Apostólica del Paraguay y la Primera Conferencia General del Episcopado Latinoamericano realizada en Río de Janeiro, Brasil. El 11 de octubre de 1995, el Nuncio Apostólico comunicó a los obispos el deseo de la Santa Sede de que en cada país se constituyan conferencias episcopales, con estatutos aprobados por Roma. De las mismas, según la directiva vaticana, tenían que tomar parte los ordinarios de cada lugar y de las distintas jurisdicciones. Inmediatamente se elaboró el anteproyecto de estatuto de lo que se llamaría Conferencia Episcopal en el Paraguay. Su aprobación fue recibida el 20 de julio de 1956. Hasta hoy permanece el mismo esquema.
En la Primera Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, que se realizó en Río de Janeiro, asistieron dos obispos paraguayos: monseñor Aníbal Mena Porta y monseñor Agustín Rodríguez. En dicha reunión se puso énfasis en la necesidad de conseguir más vocaciones sacerdotales. Las conclusiones fueron estudiadas por la Conferencia Episcopal Paraguaya.
En 1956, el Consejo Episcopal Latinoamericano, CELAM, del que los obispos paraguayos ya formaban parte, definió un programa práctico de actividades que tuvo su impacto local. Como una inmediata consecuencia de la preocupación de los obispos latinoamericanos, en el Paraguay, se llevó a cabo una campaña denominada “Año del Sacerdocio”. Tanto la jerarquía eclesial como los laicos tuvieron una activa participación en las diversas actividades desarrolladas. En 1959, se realizó en San Bernardino lo que se llamó Jornadas Nacionales de Estudio del Clero, retomando una práctica de actualización que se había iniciado en años anteriores. Por esos años, la jerarquía fue percibiendo más claramente la posición de la Iglesia frente al Estado, acentuándose su incipiente independencia. En su ¨Nota Doctrinal sobre la Moral de los Partidos Políticos y las condiciones de una pacífica convivencia entre los mismos”, el Arzobispo daba orientaciones sobre la vida política del país.
Tercer período
Con el cambio de estatutos, el Venerable Episcopado Paraguayo (VEP) pasó a llamarse Conferencia Episcopal Paraguaya (CEP). La misma se fue consolidando al responder mejor a las necesidades urgentes del país y al asumir un papel de mayor independencia frente al Estado.
A principios de 1960 se puso en marcha la estructuración y consolidación de un secretario permanente, atendiendo a recomendaciones del CELAM. En sus inicios se crearon la secretaría administrativa y el Centro de Estudios Socio-Religiosos, además de otros cuerpos institucionales a fin de llevar adelante los objetivos que se propusieron al secretariado permanente.
En 1965 y 1966, los obispos modificaron por tercera vez sus estatutos con el afán de adecuarlos mejor a las necesidades pastorales. Por entonces se podía afirmar que los obispos, al actuar en conjunto con los mismos criterios sobre los temas esenciales, ya participaban de un cuerpo colegiado. A partir de las modificaciones de algunos artículos de los Estatutos, se reorganizó la CEP, creándose comisiones para las diversas áreas del trabajo pastoral.
En la década de 1970 uno de los énfasis más llamativos estuvo puesto en la pastoral de conjunto. Frutos de esos esfuerzos son los dos planes de pastoral orgánica, el primero dado a conocer en 1976 y el segundo, en 1981. Otra buena referencia de la unidad eclesial y de las principales preocupaciones del Episcopado la ofrece la colección denominada “Hablan los Obispos del Paraguay”.
En 1986 la CEP hizo de mediadora en el DIALOGO NACIONAL, entre los partidos políticos y los sectores de opinión y acción social, en un llamado a la concordia y a la unidad nacional.
El segundo Congreso Eucarístico Nacional celebrado en 1987 ayudó a los obispos y a los cristianos a vivir con más fuerza el misterio eucarístico proyectado en el servicio al prójimo. La visita al Paraguay del Papa Juan Pablo II, en mayo de 1988, fue otro momento fuerte de unidad eclesial. Ante la Nueva Constitución, los obispos del Paraguay dieron a conocer una Carta Pastoral en agosto de 1992, en la que llamaban a todos a participar en la tarea de construir un Paraguay mejor. Siguió luego un periodo de reorganización de las estructuras de la CEP, y en la elaboración conjunta de planes y programas de acción pastoral.
La Conferencia Episcopal hoy
Luego de la celebración del Jubileo del año 2000, la Conferencia Episcopal ha llevado adelante las habituales tareas de promoción y coordinación de la labor pastoral y los servicios que presta a las jurisdicciones.
A partir de la reflexión iniciada en algunos Equipos y Coordinaciones Nacionales, tuvo lugar una amplia consulta con el título “Habla, Señor, que tu Iglesia escucha”. La Conferencia Episcopal integró una comisión bajo la presidencia del Obispo Responsable de Catequesis y se reunió un considerable conjunto de respuestas a los cuestionarios formulados. La misma comisión, con el apoyo de un organismo técnico, elaboró las conclusiones y formuló las propuestas de Líneas Comunes para la acción pastoral. Coincidentemente se realizó la Quinta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Aparecida – Brasil. El documento emitido, con el título de “Discípulos y Misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos, en El, tengan vida”, orientó la elaboración de conclusiones coincidentes que fueron presentadas al pueblo en la solemnidad de Caacupé.
En base a esas conclusiones, cada una de las jurisdicciones elaborará su propio Plan Diocesano Pastoral.
El otro emprendimiento, apenas iniciado y que demanda mucho esfuerzo, es el de lograr el auto-sostenimiento de la Iglesia. A la grave situación política se suma el conjunto de factores económicos y comerciales que cada vez hacen más difícil el sostenimiento de actividades pastorales, instituciones educativas, centros asistenciales, etc.
No han faltado algunos problemas delicados, como el de la candidatura presidencial de Mons. Fernando Lugo, que fuera Obispo de San Pedro, y son preocupantes los problemas éticos de la vida pública y privada de los paraguayos.
Sin embargo, tampoco faltan iniciativas alentadoras y experiencias nuevas que permiten avizorar días mejores.
Card. Adalberto Martínez Flores
Arzobispo de Asunción