El viceministro de Educación Básica del MEC, David Velázquez, explicó que se trata de un fenómeno que se desarrolló en los últimos años. Ocurre en un proceso de reconocimiento de la incidencia que tienen las emociones en el aprendizaje del alumno.

Entonces, se optó por una educación “que intenta ser cada vez más personalizada, en el sentido de que el aula reconozcan las características de un niño”, especificó, orientada hacia la validación emocional. En contrapartida, de tiempos anteriores, donde se enseñaba a controlar, reprimir y a avanzar a costa de los sentimientos, “llevaba a los extremos de crear individuos que eran como ollas de presión, listos para explotar en cualquier momento”, ilustró el viceministro.

Entonces concluye, que se llegó a un punto de sobrevaloración de la validación emocional, “está creando la idea de que, a cualquier costo y a cualquier precio, todas las validaciones y sus respectivas conductas son aceptables y eso no es así siempre”, agregó.

Por lo tanto, insiste en la necesidad de formar individuos que puedan orientarse en función de la moral y de la ética, aunque muchas veces tenga ciertos costos a nivel del bienestar y de la comodidad, “es la vieja disyuntiva entre sí es más importante ser bueno o ser feliz y tenemos que encontrar el punto de equilibrio entre actuar correctamente lo cual no siempre nos hace felices”.