MIÉRCOLES DE LA SEMANA 32° DEL TIEMPO DURANTE EL AÑO
Evangelio según San Juan 10, 11-16
“Yo soy el buen Pastor“
Jesús dijo: “Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por las ovejas. El asalariado, en cambio, que no es el pastor y al que no pertenecen las ovejas, cuando ve venir al lobo las abandona y huye, y el lobo las arrebata y las dispersa. Como es asalariado, no se preocupa por las ovejas. Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí –como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre– y doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá un solo rebaño y un solo Pastor”. Palabra del Señor.
Meditación
Cuidado, defensa y amor. El Señor mismo reconquista el amor de las ovejas hacia sí, a fin de que den testimonio ante el mundo y para la posteridad. El Señor cuida al rebaño con amor entrañable, se expone, se solidariza, la cuida, permitiendo el crecimiento de las ovejas. Éstas llegan a conocer la fidelidad del Pastor, que da su vida por ellas, y el Pastor conoce a quienes están dispuestas a seguirlo en todo. Nos desafía a una libertad responsable en su seguimiento, donde crece la reciprocidad entre los actos de fe y los sacramentos, en la economía sacramental.
Mientras tanto, esta relación no está exenta de extravíos, desengaños e infidelidades, entre situaciones de consumismo y formas de fundamentalismo. No obstante, advertidos de la presencia de lobos disfrazados, cuidadores desleales e incautos autorreferenciales. El Dueño del rebaño es Dios Padre (San Juan), que envía a su Hijo, compasivo y fiel (Carta a los Hebreos), a que entremos y salgamos con el mismo y único espíritu misionero.
Este Espíritu Santo hace audible la voz del Buen Pastor, y garantiza la convergencia de las ovejas, aunque caminen por cañadas oscuras. Reconocen además a otros rebaños, siendo solidarias ente sí. Nos ayuda a confiar en Dios y a perseverar unidos, con la firme esperanza de cielos nuevos y nueva tierra.
¡Levántate, Oh Dios, ¡y juzga la tierra!
Protejan al desvalido y al huérfano,
hagan justicia al humilde y al necesitado,
defiendan al pobre y al indigente,
sacándolo de las manos del culpable.