En el octavo día del Novenario en honor a Nuestra Señora de la Asunción, durante la Misa presidida por el Cardenal Adalberto Martínez Flores, arzobispo metropolitano de la Arquidiócesis de Asunción., compartimos la Homilía del día.
«El protagonismo de los jóvenes en la Iglesia y en la sociedad»
Escuchamos en Evangelio de este domingo que Jesús, retirándose en un cerro, reza durante toda la noche. Alejándose de la gente como también de los discípulos, nos demuestra la necesidad de orar a solas, apartado de los barullos del mundo.
El Apartarse no se debe entender como ser indiferente respecto de las personas o como abandonar a los Apóstoles. Más aún, como narra san Mateo, hizo que los discípulos subieran a la barca “para que se adelantaran a la otra orilla” (Mt 14, 22), a fin de encontrarse de nuevo con ellos. Mientras tanto, la barca “iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario” (Mt 14, 24), y he aquí que “a la cuarta vigilia de la noche (3 de la mañana) se les acercó Jesús caminando sobre el mar” (Mt 14, 25); los discípulos se asustaron y, creyendo que era un fantasma, “gritaron de miedo” (Mt 15, 26), no lo reconocieron, no comprendieron que se trataba del Señor. Pero Jesús los tranquiliza: “Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!” (Mt 15, 27).
El mar simboliza la vida presente y la inestabilidad del mundo visible; la tempestad indica toda clase de tribulaciones y dificultades que oprimen al hombre. La barca, en cambio, representa a la Iglesia edificada sobre Cristo y guiada por los Apóstoles. Jesús quiere educar a sus discípulos a soportar con valentía las adversidades de la vida. Confiando en Dios, en Aquel que se reveló al profeta Elías en el monte Horeb en el “susurro de una brisa suave” (1R 19, 12). El pasaje continúa con el gesto del apóstol Pedro, el cual, movido por un impulso de amor al Maestro, le pidió que le hiciera salir a su encuentro, caminando sobre las aguas. “Pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: “¡Señor, sálvame!’” (Mt 14, 30). San Agustín, imaginando que se dirige al apóstol, comenta: el Señor “se inclinó y te tomó de la mano. Sólo con tus fuerzas no puedes levantarte. Aprieta la mano de Aquel que desciende hasta ti” y esto no lo dice sólo a Pedro, sino también a nosotros.
Pedro camina sobre las aguas no por su propia fuerza, sino por la gracia divina, en la que cree; y cuando siente la duda, cuando no fija su mirada en Jesús, sino que tiene miedo del viento, cuando no se fía plenamente de la palabra del Maestro, quiere decir que se está alejando interiormente de él y entonces corre el riesgo de hundirse en el mar de la vida.
En el año sesenta y ocho del primer siglo, había un anciano que se encontraba en la cárcel de Roma, en una pequeña celda circular de unos pocos metros de diámetro, que estaba escribiendo una carta (un mensaje) a un joven que se hallaba en Éfeso, y el tema de la epístola era cómo mantenerse fuerte en medio de una civilización que se estaba desmoronando.
Al escribir Pablo a este joven, hijo en la fe, que tenía una constitución débil (para ser exacto, un estómago débil) y un espíritu temeroso, con una manera un tanto tímida de enfocar la vida, y que vivía en medio de una intensa persecución y desafíos que se encontraban muy por encima de su poder natural como para que supiese cómo enfrentarse con ellos.
II Timoteo 3:1 Ten presente que en los últimos días sobrevendrán momentos diffíciles; los hombres serán egoístas, avaros, fanfarrones, soberbios, difamadores, rebeldes a los padres, ingratos, irreligiosos, desnaturalizados, implacables, calumniadores, disolutos, despiadados, enemigos del bien, traidores, temerarios, infatuados, (orgullosos) más amantes de los placeres que de Dios, que tendrán la apariencia de piedad, pero desmentirán su eficacia. Guárdate también de ellos…tú, en cambio, persevera en lo que aprendiste y en lo que creíste, teniendo presente de quiénes lo aprendiste, y que desde niño conoces las Sagradas Letras, que pueden darte la sabiduría que lleva a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús. La Palabra es tabla de salvación.
Ma Felicia de Jesús Sacramentado nuestra Chiquitunga: estoy pasando unos días de verdadera preocupación: un tanto el desaliento y otro tanto la tristeza de esto que llamo soledad, han querido envolverme sin más ni más en sus redes. Hay momentos verdaderamente desoladores, que si no fuese por ese ideal que abrazo…yo no sé si hubiera resistido sin desesperarme. Pero Nuestro Señor es incalculablemente generoso para conmigo, pues, cuando ya va a ser, según mi parecer, imposible seguir soportando, de cualquier lado me hace llegar una palabra, un gesto, una sonrisa que vuelve a levantarme. Señor, Tú sabes cómo recibo tus pruebas, no permitas que flaquee en nada, acepta en cambio todos mis esfuerzos y desvelos, y dame en cambio, Dios mío, un verdadero espíritu de oración, sacrificio y acción.
Papa Francisco la JMJ en Lisboa: A ustedes, jóvenes, que quieren cambiar el mundo, y está bien que quieran cambiar el mundo y que quieran luchar por la justicia y la paz; a ustedes, jóvenes, que le ponen ganas y creatividad a la vida, pero que les parece que no es suficiente; a ustedes, jóvenes, que la Iglesia y el mundo necesitan como la tierra, necesita la lluvia; a ustedes, jóvenes, que son el presente y el futuro; sí, precisamente a ustedes, jóvenes, Jesús hoy les dice: “No tengan miedo”. “No tengan miedo”.
Invoquemos a la Virgen María, modelo de abandono total en Dios, para que, en medio de tantas preocupaciones, problemas y dificultades que agitan el mar de nuestra vida, resuene en el corazón la palabra tranquilizadora de Jesús, que nos dice también a nosotros: “¡Animo, soy yo, no tengáis miedo!” y aumente nuestra fe en él.
+ Cardenal Adalberto Martínez Flores
Arzobispo de Asuncion