En su reflexión del Ángelus de este domingo, el Papa Francisco comenta el pasaje evangélico propuesto por la liturgia en el que Jesús habla, a través de una parábola, de la infinita misericordia de Dios. ¿Nos sentimos perdonados por el Señor y damos testimonio de su amor perdonando a quienes nos han herido? Perdonando – dice – sembramos a nuestro alrededor esa «vida nueva» que de otro modo sería imposible.

El perdón recibido de Dios y que hay que dar a su vez al prójimo, no como una buena acción opcional, sino como un comportamiento fundamental para llamarnos cristianos. Este fue el núcleo del pensamiento del Papa Francisco en el Ángelus de este domingo.

Es el pasaje del Evangelio de Mateo que sugiere el tema, describiendo el diálogo entre Pedro y Jesús cuando el discípulo pregunta al Maestro cuántas veces se debe perdonar al hermano, si hasta siete veces. El Papa subraya la generosidad de Pedro, pero la respuesta que recibe va mucho más allá: «No te digo hasta siete, sino hasta setenta veces siete», le dice de hecho Jesús.

«Le dice, es decir, que cuando se perdona no se calcula, ¡que es bueno perdonar todo y siempre! Como hace Dios con nosotros, y como está llamado a hacer quien administra el perdón de Dios: perdonar siempre».

Es el pasaje del Evangelio de Mateo que sugiere el tema, describiendo el diálogo entre Pedro y Jesús cuando el discípulo pregunta al Maestro cuántas veces se debe perdonar al hermano, si hasta siete veces. El Papa subraya la generosidad de Pedro, pero la respuesta que recibe va mucho más allá: «No te digo hasta siete, sino hasta setenta veces siete», le dice de hecho Jesús.

«Le dice, es decir, que cuando se perdona no se calcula, ¡que es bueno perdonar todo y siempre! Como hace Dios con nosotros, y como está llamado a hacer quien administra el perdón de Dios: perdonar siempre».

El Papa explica que el perdón connota al cristiano porque cada uno de nosotros «es un perdonado o una perdonada. La misericordia de Dios es infinita e inigualable, dice, pero perdonándonos unos a otros podemos dar testimonio de su amor y difundirlo a nuestro alrededor:

«Fuera del perdón, en efecto, no hay esperanza; fuera del perdón no hay paz. El perdón es el oxígeno que purifica el aire contaminado por el odio, es el antídoto que cura de los venenos del rencor, es la vía para desactivar la ira y curar tantas enfermedades del corazón que contaminan la sociedad.»

Las preguntas que cada uno de nosotros debe hacerse hoy, concluye Francisco, es si sentimos en nuestro corazón la alegría de ser objeto del perdón de Dios, siempre dispuesto a la misericordia, y luego si podemos perdonar a los demás. Por eso propone un «pequeño ejercicio»:

«Intentemos, ahora, cada uno de nosotros, pensar en una persona que nos ha herido, y pidamos al Señor la fuerza para perdonarla. Y perdonémosla por amor al Señor: nos hará bien, nos devolverá la paz a nuestro corazón».

 

Fuente: Vatican News