Niños y adolescentes son captados por el crimen organizado para actuar como distribuidores de estupefacientes e, incluso, como sicarios a muy corta edad, manifestó la senadora Esperanza Martínez.

En muchas familias de barrios humildes, la mamá o la abuela de la casa se convierten en “mulas” de droga o es el vecino quien comienza a comercializar las sustancias prohibidas.

Esto se transforma en un verdadero drama social, agravado por la ausencia de tratamientos para las adicciones en nuestro sistema de salud, expresó la legisladora.

Pintatas con las iniciales de grupos criminales dedicados al narcomenudeo aparecen en varios barrios de la capital y alrededores.