8 de febrero
San Jerónimo Emiliani
Patrono de los huérfanos y de los jóvenes abandonados
¿De qué le sirve a un hombre ganar todo el mundo, si se pierde a sí mismo?
Resuena esta frase de Jesús en la mente de San Jerónimo, en la soledad de la cárcel, cuando se alejó del ruido de la vida mundana, en el silencio profundo, se encuentra con Dios y consigo mismo.
Este fue el inicio del camino de conversión del Santo, que vivió el resto de su vida por los demás, creó dos edificios para niños huérfanos durante la epidemia del cólera y funda una casa para mujeres arrepentidas, dónde aprendían diferentes oficios para ganarse la vida.
Un Santo con uniforme militar
Jerónimo Emiliani nació en Venecia, Italia, en 1486. Creció en una familia sumamente católica; sus padres le inculcaban la vida en oración y le repetían: «quien reza nunca está solo».
Con el paso del tiempo, Jerónimo se alejó de su espiritualidad y comenzó a llevar una vida mundana. Se convirtió en militar y peleó en la guerra contra la Liga de Cambrai. Su hermano, quien era comandante de las fuerzas que defendían la fortaleza de Castelnuovo di Quero, cae herido y lo reemplaza en su puesto. Sin embargo, los franceses toman Castelnouvo y Emiliani cae preso.
En la pérdida, encontró la verdadera victoria
Fue en la cárcel dónde se dedicó a reflexionar sobre las palabras de Jesucristo, entre ellos una frase que no para de repetir: ¿De qué le sirve a un hombre ganar todo el mundo, si se pierde a sí mismo?
Desde ese momento, cambió su perspectiva y su modo de vivir. Fue el momento clave en el que se reencontró con su fe, siendo su principal refugio la oración por intercesión de la Virgen María, a quien pedía por su pronta liberación.
Finalmente, fue la Madre de Dios quien se le apareció y le ayudó a librarse de la cárcel, según cuenta posteriormente. Como muestra de agradecimiento, se acercó a la imagen de Nuestra Señora en Treviso y depositó sus cadenas, armas militares a sus pies y se comprometió a difundir incansablemente la devoción a la Madre de Dios.
Una vida al servicio de los más necesitados
La peste de cólera afectó a los italianos en 1531, Jerónimo vendió todo lo que tenía y se entregó al cuidado de los enfermos. A consecuencia de la epidemia, muchos niños quedaron huérfanos debido a la muerte de sus padres por la enfermedad. A lo que Jerónimo responde creando dos casas; una para niños y otra para niñas, los recoge, les proporciona alimento, vestido y educación, con la ayuda de la limosna recibida de personas que decidían colaborar en la causa.
Otra realidad, era la de las mujeres que en plena miseria buscan salida en la prostitución. Emiliani, funda una casa para mujeres arrepentidas donde imparten clases, costura, bordados y otras actividades para sobrevivir y alejarse de la otra vida.
Pasó su vida haciendo el bien
Las personas afirmaban que la existencia de Jerónimo Emiliani estaba completamente impregnada de caridad, tanto así que comparaban al elogio hecho a Jesús: “Pasó su vida haciendo el bien”.
Dios recompensaba la oración, caridad y sacrificio de Jerónimo con la capacidad de realizar milagros. Además de ser un enfermero amable, curaba a varios enfermos mediante la imposición de manos.
Legado y Canonización
Finalmente, cae enfermo de cólera y parte de esta tierra a los 56 años. Tras su muerte, continuó obrando milagros, y fue canonizado por el Papa Clemente XIII en 1767, posteriormente declarado Patrono de los niños huérfanos por el Papa Pío XI en 1928.