Santas Emiliana y Tarsilia, vírgenes (Siglo VI)
“Hermanos, también ustedes renuncian al mundo si renuncian a los deseos terrenos. Al dejar lo poco que poseen, contentan al Señor: Él mira su corazón, no su patrimonio”. Así escribe san Gregorio Magno en sus homilías, aludiendo a las santas Emiliana y Tarsilia.
De las dos santas, pertenecientes a la noble familia senatorial de los Anicia, ignoramos la mayoría de los datos biográficos, pero no sus virtudes, porque de ellas habla, justamente, Gregorio Magno, pues ambas eran sus tías. Habla con afectuosa admiración, comentando el pasaje evangélico que hace referencia a que muchos son los llamados y pocos los elegidos.
Emiliana y Tarsilia, que vivieron en el siglo VI, se consagraron a Dios, llevando una vida ascética en familia. Con ellas está también una hermana, Jordana, quien sin embargo, no persevera en el camino de la perfección, volviendo a la vida mundana y casándose con su administrador.
Junto a santa Silvia, la madre, se ocupan de la formación religiosa de Gregorio, a cuyo nombre la posteridad añadió el título de “Magno”. De ellos, se cuenta que eran totalmente asiduos a la oración y a la penitencia y, después de su muerte, se comprobó cómo sus codos y sus rodillas estaban fuertemente endurecidos.
El abuelo, el Papa Félix III, había preanunciado a Tarsilia su llamada a la vida eterna antes de la Navidad; en efecto, muere probablemente, el 23 de diciembre, de un año impreciso.
Pero, las dos hermanas, después de haber compartido toda la vida terrena, no quisieron permanecer lejos una de la otra. Al respecto, Gregorio refiere un episodio singular: Tarsilia, muerta hacía una semana, deja oír su voz a la hermana Emiliana: “Ven, he pasado la Navidad sin ti. Quiero celebrar contigo la Epifanía”. La tradición sitúa la muerte de Emilia, justamente, el 5 de enero, vigilia de la Epifanía.
Hoy también se recuerda a santa Amelia.
Departamento de Pastoral de Radio Cáritas Universidad Católica.