Tema: Alabanza al Creador de nuestra casa común

Preside: Mons. Pedro Jubinville, Obispo de San Pedro

 

Caacupé, 2 de diciembre 2023

Estar en vigilia, alerta, mirar el horizonte, esperar el dueño de la Casa, de la Casa Común. Hay un elemento de tensión en este texto, esperamos al Patrón que va a volver en su propiedad. Nosotros somos capataces y él nos hablará de nuestra convivencia, nuestra administración de los bienes y los dones recibidos en la creación. Esperando este juicio nos movemos para transformar la realidad.

  1. Esto nos abre a un primer tipo de oración: el discernimiento. Estamos mirando, haciendo el esfuerzo de tener los ojos abiertos y nos toca estar en comunión con Jesús, escuchando, rumiando sus gestos y palabras, para responder al Padre y hacer su voluntad con la fuerza del Espíritu. La oración es esto: hacer silencio, mirar, escuchar, no apurarnos en comprender todo y dar soluciones a todo, sino estar atentos a los movimientos del Espíritu que da señales para continuar, fortalecer, a veces cambiar de rumbo, pero siempre seguir activa y generosamente a Jesús.

Pido a Dios con mucho anhelo esta gracia para nuestras comunidades.

Pido para que sepamos pedir a Dios una iluminación, un nuevo ánimo, un deseo ardiente… de descubrir, amar y hacer su Voluntad, de salir al encuentro de los más vulnerables y excluidos. Como muchas veces lo repitió el Papa Francisco, la Iglesia no va a los pobres por ideología, se va porque es el camino de Jesús y allí tenemos la certeza de encontrarlo de verdad. Buscar juntos en la oración “a quién Dios nos envía”, “qué espera de nosotros” nos hace más maduros, más responsables, más “autónomos”

como personas y como comunidades. Dios nos envía al encuentro, como en el día de Pentecostés, cuando los apóstoles con María estaban encerrados en su pieza y el viento del Espíritu les dio valor para salir y encontrar a los representantes de todas las naciones reunidos en la plaza. Esto puede pasar hoy, debe pasar hoy. En la oración de discernimiento, la Iglesia nace y renace y sale al encuentro.

En nuestro discernimiento, nos toca escuchar a la creación entera. Algo nos dice Dios sobre la Casa Común a cuidar y a sanar, tanto en nuestros vínculos sociales enfermos de mentiras, corrupción, desigualdades, como en nuestra relación con la naturaleza que usamos y abusamos, nos apropiamos de manera egoísta, sin pensar en los demás, ni mucho menos en las generaciones futuras. Algo Dios nos quiere decir si escuchamos y discernimos en comunión.

  1. Otro tipo de oración viene de esta mirada atenta como en el evangelio de hoy: la alabanza por la obra de Dios. ¡La obra de Dios es maravillosa!

Se necesita vigilar, estar en alerta, muy atentos a los detalles de la vida, la nuestra propia y la de nuestra comunidad y nuestro mundo, para saber ver los signos de esperanza y belleza, saber ver a Dios que quiere venir, viene luego, a visitarnos. Y es muy importante que nuestra mirada llegue a esta capacidad de compasión, de ternura, de admiración, de contemplación.

Algunos ejemplos:

  •  Jóvenes que crecen en su compromiso; vida pastoral, sínodo
  •  Increíbles muestras de solidaridad ante la necesidad
  •  Una persona en su enfermedad que da hospitalidad y escucha y reza
  •  Un grupo de jóvenes comprometido por el medioambiente, incidiendo en el uso del plástico…
  •  Muchas, muchas personas que cuidan la vida y no se las ve, no se las reconoce, y están…
  •   Una abuela que recibe a una joven angustiada por su “diferencia”
  •  Una asociación que a pesar de todos los vientos contrarios y las tentaciones de desviarse, siguen con su objetivo
  •  Una adolescente que encuentra familia en su grupo de arte
  •  Comunidades que nacen en medio de la miseria y las personas descubren su dignidad

Aprender a ver. Es muy cierto que, muchas veces, por un ejemplo alentador, hay cinco muy tristes: despilfaro, destrucción, egoísmo en el uso de los recursos, indiferencia ante las personas más vulnerables, odio,indiferencia, negación de los problemas ecológicos y sociales, violencias y muertes por la tierra, el agua, la arena, la cosecha,… Esas actitudes vienen de personas que su riqueza ata a costumbres dañinas. No renuncian a sus intereses egoístas que los enciegan. También esto nos invita a la oración.

Parece que la única solución es que el planeta arda, que la guerra mate a todos los contrincantes, que sigamos el hilo de nuestros intereses sin mirar a los demás…

Pero nosotros somos “peregrinos de la esperanza”. María, después de su encuentro con Isabel, sólo por verse con ella gestando la vida y la esperanza, en medio de la dominación de Roma, de la religión rígida, de las divisiones en el pueblo, de la violencia, en medio de todos los problemas, rezó el Magnificat que proclama la llegada del Reino de Dios.

No esperó cambios espectaculares, no tenía idea de los sufrimientos que les esperaba a las dos, pero ya sabía ver el plan amoroso de Dios… en este encuentro de dos mujeres embarazadas.

Nosotros también, gracias a Jesús que nos inspira, gracias a la vida interior, vemos los brotes del Reino, muchas veces en los lugares menos esperados, incluso en medio de estos atropellos que tanto nos indignan y conmueven. La fe nos da otra mirada que nos prohíbe el plagueo que amarga todo y la tristeza ansiosa que paraliza todo. Esos brotes de Reino, están en la vida del pueblo pobre, en donde hay solidaridad, respeto, inclusión, búsqueda de la verdadera paz fundada en la justicia.

Los textos de hoy nos invitan a esto: saber ver, saber mirar, estando atentos y atentas a lo que Dios mismo nos ayuda a ver en la realidad y en nosotros mismos. Solamente con esta mirada amorosa sabremos recibir al “dueño de la Casa Común”, dóciles a su palabra, agradecidos por sus dones, esperanzados por los signos de su presencia en nuestras vidas.

Que María que sabía mirar y “conservar todo en su corazón” nos inspire y nos guíe.