El cardenal patriarca latino de Jerusalén, que regresó el lunes 9 de octubre a Israel, expresa su dolor y angustia por lo que está ocurriendo en Medio Oriente, tranquiliza sobre las condiciones de los cristianos en Gaza e insta a la comunidad internacional, que «debe volver a examinar la cuestión israelo-palestina y trabajar para calmar la situación también a través de mediaciones no públicas».
El Cardenal Pierbattista Pizzaballa, Patriarca Latino de Jerusalén, condena la violencia en todas sus formas, reivindica la necesidad de trabajar por un alto al fuego y, sobre todo, de hacer callar las armas. Está entristecido, pero no del todo sorprendido por el horror que se está produciendo en Israel y Gaza, porque él mismo preveía desde hace tiempo una escalada de la tensión, aunque no hasta este punto. El purpurado regresó este lunes 9 de octubre a Jerusalén y teme que la guerra sea muy larga, al menos hasta que se aborde la cuestión palestina.
Eminencia, ha conseguido regresar a Jerusalén. ¿Qué ha visto? ¿Cuáles son sus impresiones?
Solo conseguí volver anoche y además de forma bastante brusca, con la ayuda de las autoridades civiles y militares, tanto israelíes como jordanas, porque entré por Jordania. Encontré un país asustado, estupefacto ante lo que está ocurriendo. Ciertamente, esperaba un aumento de la violencia, pero desde luego no en estas formas, hasta este punto y con esta brutalidad. También encontré mucha rabia y mucha expectación por escuchar una palabra de guía, de consuelo y también de claridad sobre lo que está ocurriendo. En resumen, encontré un país que ha cambiado mucho y de forma inmediata.
¿Tiene noticias concretas sobre el estado de la comunidad cristiana en Gaza?
Sí, todo el mundo está bien. A algunas familias les destruyeron sus casas, pero están a salvo. Están todos reunidos en los locales de la parroquia y de nuestra escuela, suponiendo que no sean objetivos. Por supuesto, están sometidos a una gran presión. Tienen reservas de comida para algún tiempo, pero si la situación de asedio continuara, sería un problema. Por el momento, nos alegra saber que todos están bien y se encuentran reunidos en los locales de la parroquia.
Muchos comentarios han señalado lo imprevisible de los acontecimientos de estas horas, pero ustedes llevan meses señalando una progresiva escalada de violencia que podría haber degenerado en algo aún más grave, como está ocurriendo ahora.
Desgraciadamente fui un profeta fácil. La escalada del enfrentamiento estaba a la vista de todos. Pero una explosión de tal violencia, escala y brutalidad nadie la había previsto. Esto, sin embargo, pone sobre la mesa una cuestión que había quedado aparcada: la cuestión palestina, que algunos podrían haber creído archivada. Mientras la cuestión palestina, la libertad, la dignidad y el futuro de los palestinos no se tengan en cuenta de la forma que hoy es necesaria, las perspectivas de paz entre Israel y Palestina serán cada vez más difíciles.
Su Eminencia, me doy cuenta de que con los combates en curso es difícil hacer predicciones, pero ¿puede ver posibles escenarios para las próximas horas, para los próximos días?
Ciertamente, es muy difícil hacer predicciones en este momento. Está claro que no estamos en una operación militar, sino en una guerra declarada. Y me temo que será una guerra muy larga. Probablemente la respuesta israelí no se limitará a bombardeos, sino que habrá una operación terrestre. Está claro que hemos entrado de repente en una nueva fase en la vida de este país y en las relaciones entre Israel y Palestina. Si se puede hablar de relaciones.
¿Qué le gustaría decir a la comunidad internacional?
La comunidad internacional debe empezar a mirar de nuevo a Medio Oriente y a la cuestión palestino-israelí con más atención de la que ha mostrado hasta ahora. Y debe trabajar duro para calmar la situación, para llevar a las partes a la sensatez a través de mediaciones que no sean necesariamente públicas, porque las públicas nunca funcionarán. Necesitamos apoyo, condenar todas las formas de violencia, aislar a los violentos y trabajar sin descanso por un alto el fuego. Porque mientras hablen las armas, no será posible escuchar otras voces.
Fuente: Vatican News