17 de febrero. Fundadores de la Orden de los Siervos de María.
«Levántate, toma tu cruz y sígueme» – Mateo 16:24
Hoy, 17 de febrero, se celebra el día de los Santos Fundadores de la Orden de los Siervos de María, también conocidos como los «servitas». En el siglo XIII, siete jóvenes originarios del reino de Florencia tomaron la decisión de renunciar a sus vidas como mercaderes y a sus riquezas para dedicarse a la penitencia y la contemplación, inspirados posiblemente en las Órdenes mendicantes de la época.
Estos siete amigos, Buonfiglio dei Monaldi, Giovanni di Buonagiunta, Bartolomeo degli Amidei, Ricovero dei Lippi-Ugguccioni, Benedetto dell’Antella, Gherardino di Sostegno y Alesio de Falconieri, guiados por su profundo deseo de servir a la Virgen María, a Cristo y al Evangelio, se encomendaron fervientemente a la Madre de Dios. Con el tiempo, este grupo daría origen a lo que ahora conocemos como la ‘Orden de los Siervos de María’.
Aparición de la Virgen e inicio de una misión
La historia de estos siervos de Dios comenzó el 15 de agosto de 1233, día de la Asunción de María, cuando la Virgen se les apareció a los siete jóvenes. En ese momento crucial, la Madre de Dios les pidió que renunciaran al mundo y se consagraran al servicio de Cristo y de los más necesitados.
A partir de ese momento, distribuyeron todas sus posesiones entre los pobres y se retiraron al Monte Senario, cerca de Florencia, donde construyeron una Iglesia y una ermita, viviendo de manera austera durante años. El Sumo Pontífice, al enterarse de las virtudes de estos jóvenes, los convocó y les solicitó que fueran ordenados sacerdotes. Todos, excepto San Alejo Falconieri, quien prefirió permanecer como «hermano», aceptaron el llamado papal.
Fue en 1239 cuando ‘los siete’ fundaron formalmente la Orden de los Siervos de María, adoptando las reglas de San Agustín para la vida en comunidad después de que la Virgen se les apareciera nuevamente, mostrándoles el hábito que debían usar, de color gris oscuro, en memoria de la Pasión de su Hijo.
Durante el año siguiente, 1240, los servitas ya eran reconocidos en toda Florencia, extendiendo rápidamente su labor al fundar otros conventos e iglesias. La congregación se destacaba por su devoción y dedicación a la Santísima Virgen, la vida en soledad y el retiro. Su reputación de santidad creció porque sus miembros abandonaron prestigio y riqueza para seguir a María en su misión de fortalecer la Iglesia en oración y unidad.
Búsqueda del reconocimiento
Sin embargo, la Orden enfrentó una amenaza existencial cuando el Concilio de Lyon, en 1247, decretó la supresión de las Órdenes mendicantes. Filippo Benizi, futuro prior general de los Servitas, desempeñó un papel crucial al obtener el reconocimiento pontificio, salvando así a la Orden de la disolución.
La oficialización por parte de la Santa Sede de la Orden de los Siervos de María no llegó sino hasta el año 1304. A los 7 santos se les recuerda el 17 de febrero, día en que falleció el último integrante, San Alejo Falconieri, en 1310. Este reconocimiento culminó con la canonización de los siete padres fundadores por parte del Papa León XIII en 1888.